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"DIA - LOGOS" Diciembre 2010-2011

 

GALERIA PATRICIA READY

 

María Elvira Iriarte 

 

Rectas y curvas, paralelepípedos, elementos lineales y elementos de masa, planos y curvas se ordenan en composiciones rítmicas, con frecuencia regidas por la diagonal o la torsión. Los equilibrios, cuidadosamente buscados, parecen darse espontáneamente.

 

Dieciséis piezas geométricas abstractas, de mediano y pequeño formato, realizadas en lámina, varillas y tubos de acero soldados constituyen esta exposición que la escultora María Elvira Valenzuela presenta en la Galería Patricia Ready, entre el 14 de diciembre del 2010 y el 30 de enero del 2011. Trabajadas a lo largo de casi dos años, estas piezas muestran una clara unidad conceptual y lingüística. El camino que va haciendo esta escultora lleva un ritmo pausado, reflexivo y acotado a los tiempos que requiere, sin sobresaltos o desvíos erráticos. Hay un desarrollo interno que sostiene y guía esta producción, desde los años finales de su formación hasta el presente. Su carrera se inició en el campo del grabado; considera su interés en la escultura, el área elegida para su licenciatura, como una expresión más libre y rica en posibilidades, aunque parte de sus estudios de post-grado, en España (2005), hayan estado centrados en técnicas de grabado.

 

El título de la muestra alude a un diálogo de la autora con su ser íntimo, con su propio entendimiento y sensibilidad. La artista habla de tres instancias en las cuales se gesta su obra: sensaciones, -es decir vivencias que han impactado su sensibilidad, materia prima emocional que alimenta al acto creativo- ; reflexión, -es decir procesamiento intelectual de las sensaciones, memoria y elaboración de las mismas- ; y formalización -es decir búsqueda y encuentro del lenguaje plástico visible que expresa los dos procesos anteriores. En este devenir, la experiencia vivida por la artista se transforma en experiencia estética para nosotros, espectadores. La primera es irreductible y estrictamente individual. La segunda es la apertura de la artista hacia su entorno, su voluntad de comunicación e interacción con sus semejantes. Se vale para ello de un lenguaje codificado que es el de la abstracción geométrica. La tercera instancia es la materialización, la puesta en escena de lo que hasta entonces era inmaterial.

 

El mundo interno e intransferible de las experiencias emocionales más profundas se hace visual a través de un camino que se inicia con la toma de consciencia, con la reflexión lógica y ordenadora de contenidos existenciales, continúa con la invención creativa y se expresa, al fin, en formas visibles. Es el siempre asombroso camino que lleva del ser interno y sus muy complejas funciones tanto psíquicas como físicas, al campo de la estética. La armonía interna de estas piezas obedece más a la intuición que a cualquier cálculo matemático. Adquieren una totalidad formal que semeja el último movimiento de una sonata clásica: recapitulación y cierre de los temas constitutivos de la obra.

 

Estas esculturas se expresan en el espacio convirtiéndolo en cómplice perfecto: tal vez por eso logran transmitir una sensación de plenitud, de obra terminada, llevada al máximo expresivo. Aunque estáticas, muchas de estas piezas parecen bailar en el espacio. Algunas tienen elementos que se pueden mover manualmente, pero esta dimensión parece apenas planteada, no está plenamente desarrollada. El tema de juego, de participación activa del espectador, es apenas incipiente. Activarlo no altera el significado de cada una de las piezas aquí expuestas.

 

El cuidadoso proceso de construcción de estas piezas escultóricas, totalmente realizadas por ella misma, merece atención. La escultora parte de dibujos, corregidos una y otra vez, hasta lograr un boceto bidimensional satisfactorio. Ese boceto se disgrega en los elementos tridimensionales. En las láminas de acero se cortan las superficies requeridas para armar los volúmenes. Luego, soldando, lijando, puliendo, se llega a las formas buscadas. A continuación se las arma, se las combina según el plan establecido hasta conseguir la volumetría. Otra vez hay que pulir, para que el aspecto final responda a la exigencia de impecabilidad técnica que caracteriza estos trabajos, que en su aspecto final esconden el complejo proceso de elaboración.

 

Sabio manejo entre llenos y vacíos, las esculturas respiran, ocupan su lugar en el espacio con la misma naturalidad con que lo hace una planta. De cierto modo, lo acertado de la composición las aliviana. Tenemos totalidades que parecen orgánicas, aunque obviamente son resultado de un proceso reflexivo y consciente. Es claro que están exentas de cualquier alusión de representación o transcripción del mundo físico. Su origen estético las vincula al arte constructivo y a referentes que admira la escultora, como Jorge de Oteiza, David Smith o Vicente Gajardo. Su origen conceptual se refiere a valores trascendentes para el ser humano, como pueden ser la perseverancia o la superación del dolor, las limitaciones o la simple circunstancia. Y el resultado, conjunto de forma e intención, es una bella exposición de escultura abstracta.

 

 

 

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